Skip to content

Lugares para visitar en Antofagasta

Octubre 24, 2016



Mucho más que la hermosa y mítica portada de Antofagasta, la ciudad nortina vive un gran momento con el auge económico y social, lo que ha redundado en el embellecimiento de esta histórica ciudad capital de la II Región.

antofagasta-chile

Un clima excepcional, 18 grados de promedio anual y prácticamente sin lluvias, y una costanera con más de 30 kilómetros, la más larga de Chile, son parte de los atractivos que comienza a cultivar la zona. Si a esto le sumamos un barrio histórico con una serie de Monumentos Nacionales, la reconstrucción del balneario municipal y la implementación de servicios turísticos más acordes a las necesidades de los veraneantes.

Pero vamos por partes.

El Barrio Histórico
No hay que desconocer el pasado de Antofagasta antes de empezar a relatar las bellas edificaciones del siglo XIX que viven en el centro de la ciudad. José Santos Ossa, emprendedor chileno llegó a estas tierras, en ese entonces bolivianas, para buscar y explotar salitreras en el territorio. Fue autorizado por el gobierno boliviano, siempre y cuando las encontrase. Era el año 1866.

El auge minero fue explosivo y ya en el año 1871 nace el puerto de Antofagasta. Cientos de chilenos trabajaron en las faenas extractivas, tanto así que en las elecciones realizadas en el año 1872 salieron electos 6 chilenos, 2 alemanes y un inglés. En 1878 de la población total de 8.500 personas, más de 6.500 de las cuales eran chilenas.

Luego vino el trágico tiempo de la Guerra del Pacífico y desde entonces hasta los albores del siglo XX, Antofagasta se impuso como puerto minero y zona de ricos capitales. Por ello su legado arquitectónico. Actualmente es posible aún vislumbrar señoriales palacios como la Ex Aduana en la esquina de Balmaceda y Bolívar, donde funciona el Museo regional. Al frente de ella se encuentran los antiguos edificios de la Capitanía de Puerto y de Resguardo Marítimo, ahora ocupadas por oficinas del gobierno regional y que tienen una excepcional vista al ex Muelle, de dimensiones grandiosas y hecho de madera y acero. Aunque se mantiene cerrado por deterioro es posible entrar a él por un forado, aunque a tu propio riesgo.

En la esquina que enfrenta a la ex Aduna es posible ver la desusada Estación de Trenes que unía el puerto con los yacimientos mineros. Y eso no es todo, a dos cuadras del sector se encuentra la plaza Colón, que en su interior conserva dos hermosos monumentos donados por la colonia inglesa y eslava para el primer centenario de la nación: La Torre del Reloj y la Concha de la Orquesta. La plaza adornada con añosos árboles es flanqueada por la catedral, construida en 1920, que vale una visita.

Hacia la Costanera
Bajando desde la plaza se enfrenta el remozado paseo peatonal de la calle Prat, en el que a través de sus pocas cuadras, no más de cuatro, se puede disfrutar de una enorme cantidad de comercio, digna de la capital, y que en el fin de semana, después de las 6 de la tarde (hay que recordar que acá la hora de la siesta es sagrada y todo el comercio cierra hasta pasadas las 5 PM) se llena de gente que pasea y come helados sin cesar. Posteriormente, bajando por la intersección de Prat y Matta, siguiendo por esta última unas tres cuadras, verás el espectacular edificio del Mercado, una gran mole al estilo de los templos romanos y que se encuentra encabezada por un monumento recientemente inaugurado. Es de rigor estar unos minutos en su explanada y fotografiar uno de los Mercados más hermosos del país y si quiere aprovechar de comer las cocinerías del interior venden menús completos por menos de $1500 pesos.

Siguiendo la calle Matta y después de ver interesantes edificaciones antiguas de diversos estilos, incluido el edificio de la cadena ABC de estilo art nouveau, vale decir lleno de decoraciones estilísticas, podrás vislumbrar el comienzo de la Costanera Sur.

Renovada, amplia y con una serie de modernos edificios de departamentos, la costanera se deja querer. La vista al océano es espectacular y el aire marino hace una buena mezcla junto con el calor reinante. Ciclistas y peatones gozan de las obras escultóricas que adornan partes del trazado costero, hasta llegar al Balneario Municipal.

Esta emblemática playa se ha renovado hasta llegar a ser un oasis dentro de la urbe nortina y los bañistas llenan sus aguas de día y de noche, porque gracias a un potente sistema lumínico se puede disfrutar de las bondades del mar aunque el sol hace rato se haya ido.

Todo este tramo comprende la primera parte de la renovación de los más de 30 kilómetros que comprende el plan principal antofagastino contemplado en la celebración del Bicentenario de la República. Si uno sigue más hacia el sur podrá observar las ruinas, incrustadas en un cerro, de Huanchaca, antigua fundición de minerales y de vista impresionante.

Hacia el extremo norte verá la caleta de pescadores y las nuevas construcciones de la costanera, este es el camino que avanza hacia la famosa Portada.

La Puerta de Antofagasta
Innegable, uno de los principales hitos de Chile y una postal segura. Es casi una afrenta venir a Antofagasta y no iniciar la peregrinación a la emblemática Portada. Son más de 20 kilómetros que la separan del centro de la ciudad y que llevan bordeando el mar un buen trecho de éstos.

Bastante anunciado por las señales camineras y bajando un kilómetro más se está frente a frente con una de las formaciones rocosas más conocidas del país. El Monumento Natural y símbolo de la ciudad es visible desde una terraza-mirador realmente espectacular. La acompañan una cafetería y un restaurant medio venido a menos, pero eso no importa tanto porque el espectáculo está afuera. Aunque ahora no es posible descender a la playa que da a la Portada porque la erosión la ha convertido en un peligro para los visitantes, la magia del lugar se mantiene intacta y ante los ojos hay un paisaje de esos que se ven hasta el cansancio en televisión y que ahora, en vivo y en directo, es mucho mejor de lo esperado.

Tal como lo es Antofagasta, un lugar mejor de lo esperado y que sus autoridades han procurado renovar hasta convertirla en una nueva perla, más pulida  y brillante en medio de la aridez del desierto.