Con características que se asemejan a la superficie lunar, esta pequeña depresión de la Cordillera de la Sal -ubicada a 15 kilómetros al oeste de San Pedro de Atacama-, es un lugar cuyo suelo salino está rodeado de pequeños cerros con crestas filosas, testimonio de una profunda transformación de la corteza terrestre acaecida por sucesivos plegamientos del fondo lacustre del Salar de Atacama (formas de erosión derivadas de un clima más húmedo que el actual).
Al llegar al valle desde San Pedro –viaje que se puede realizar en el día tomando el antiguo camino a Calama- sorprenden las curiosas formaciones que éste presenta y que han sido esculpidas por los agentes atmosféricos.
El cambiante colorido de las formas escultóricas produce bellos efectos al atardecer, de los que difícilmente se convencerán tus ojos. Se trata de un paisaje árido, en que no existe vida ni humedad, un lugar verdaderamente único, en que la luz cambia la tonalidad de los volcanes que se divisan a lo lejos –Licancábur (5.916 metros de altura) y Láscar (5.154 metros), entre otros- hasta un rojo intenso.
El sendero de excursión en el Valle de la Luna es de ocho a doce kilómetros, trekking (caminata) que puede durar entre tres a cuatro horas, observando un panorama rico en formas de erosión y de recursos culturales. No olvides tomar fotografías.
Una vez superada la impresión que el lugar produce, sintiéndose como un conquistador de antaño, respira más pausado y descansa un momento. Una vez retomada la marcha, no sería extraño que algunas personas imaginen ser arqueólogos buscando una pieza de cerámica trabajada por los antiguos atacameños –que aún habitan en un sinnúmero de pueblos en el desierto-, huesos de animales o interesantes rocas que pudieran aparecer; mientras otros excursionistas simplemente sientan resbalar el viento por sus rostros, un elemento más de la enigmática atracción que ejerce este “pedacito de Luna” reproducido en Chile.
Pese al agotamiento, las piernas parecen tener vida propia para conocer cuanto sea posible antes que anochezca, y así llegamos a las Tres Marías, como es llamada una roca con esa cantidad de “siluetas”.
Durante el día el calor sofoca y los turistas deben tomar mucha agua para no deshidratarse. Por las noches, en cambio, se dejan sentir temperaturas bajo los cero grados celsius.