Dicen que había una época en la que mirases donde mirases en Norte América veías bisontes, pero la llegada de los occidentales y su caza indiscriminada hizo que su número cayese de 40 millones en 1830 a menos de 1000 en 1900.
Para proteger uno de los símbolos que más americanos ha alimentado en la historia se creó, en 1922 el Parque Nacional de Canadá más grande hasta la fecha: El Parque Nacional del Búfalo de los Bosques (Wood Buffalo National Park), y posteriormente fue añadido a la lista del Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Hoy en día el parque es un claro ejemplo de la excelente batalla para salvar las especies – tanto fauna como flora – que nos rodean.
El truco del parque para conseguir ser una reserva natural tan exitosa son los kilómetros de pasto no pisado por el pie humano, hecho fundamental para la supervivencia de las especies amenazadas. En estas tierras vive la manada de búfalos de los bosques más grande de todo el continente.
Pero no sólo de bisontes presume el parque. Los alces, osos negros, lobos, castores y campan a sus anchas sin preocuparse de los destructivos humanos. Además, el parque es una zona de paso en las rutas migratorias de los pájaros, como la enorme grulla trompeta, el ave más alta de América del Norte y en grave peligro de extinción. Esta imponente grulla de un metro y medio se llegó a contar con los dedos de la mano. Se estimaron 15 grullas en 1941, en 1994 los números ya habían subido a más de un centenar.
Otra atracción del parque es que este es uno de los deltas de interior más grandes del mundo en la confluencia de los ríos Peace y Athabasca.
Los únicos que tienen permitido pisar este parque son los nativos americanos, que llevan residiendo en él desde hace más de 9000 años, hasta la llegada, en el s. XVIII de los primeros peregrinos. Los nativos viven, cazan y pescan en las fronteras del parque, pero siguiendo sus tradiciones y de manera sostenible.
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