En el extranjero nuestros vinos son reconocidos por su calidad y excelencia, logrando reconocimientos que los sitúan en la elite del mercado vitivinícola Justamente es el Valle de Curicó uno de los lugares donde se han forjado estos delicados y cotizados vinos, por lo que la zona se ha consagrado como una de las cunas de este preciado producto.
La Ruta de Curicó, como se le ha denominado por la gran cantidad de empresas vitivinícolas que concentra, abarca desde la Cordillera hasta el mar. Allí es posible visitar viñedos, bodegas y casas patronales, y disfrutar de degustaciones, almuerzos y cenas en las viñas. Además, existe la posibilidad de participar en la tradicional vendimia.
Las principales características de los caldos que aquí se producen son su exuberante fruta de tipo ciruela, de bastante gracitud, de estructura equilibrada y taninos suaves, asociados a un intenso color rojo violáceo.
Está Ruta esta conformada por viñas como Miguel Torres y San Pedro. La primera está situada al borde de la Ruta 5 Sur, a 195 kilómetros al sur de Santiago y a 5 kilómetros al sur de Curicó. El horario de visita es de lunes a viernes de 08:30 a 12:30 horas y de 14:00 a 17:30 horas y las actividades incluyen exposición de video, tour por las instalaciones, degustaciones y visita a la sala de venta.
En tanto, la viña San Pedro se emplaza a un costado de la carretera 5 Sur, a 205 kilómetros al sur de Santiago y pasado el cruce de Molina. La atención de visitantes se realiza de lunes a viernes de 10:00 a 16:00 horas y considera un recorrido por los viñedos, planta moderna de vinificación, bodega antigua y planta de envasado, entre otros lugares.
Entre las demás viñas que conforman la Ruta se cuentan Aresti, Astaburuaga, Benítez, Cavas Schroder y Hanke, Correa Albano, Echeverría, Inés Escobar, La Fortuna, Los Robles, Osvaldo Astaburuaga, Pirazzoli, Río Claro, San Rafael, Torrealba y Valdivieso.
Atracciones de Curicó
Este lugar tranquilo, donde la gente puede descansar y olvidarse del mundo, ofrece montañas (parque Inglés y las 7 Tazas), ambientes que son comparables a los bosques del sur de nuestro país. En el sector de la costa, se halla Iloca y encontramos lugares donde almorzar mirando al mar. En Llico, en tanto, se puede disfrutar de un rico plato de comida mientras observamos las piruetas que realizan los fanáticos del windsurf.
Otro punto de gran interés turístico, especialmente durante la época estival, es el hermoso Lago Vichuquén, que con su magia e historias de brujas y magos atrae año a año a miles de amantes de la naturaleza.
Tours
El recorrido de esta ruta comienza en la oficina ubicada en la Plaza de Armas de Curicó. Los circuitos por la cordillera y los viñedos, se mezclan con excursiones, paseos a caballo, cabalgatas, baños termales, caídas de aguas y circuitos hacia el mar. También es posible disfrutar de carreras a la chilena (caballos) y de galgos.
Un Poco de Historia del Vino Chileno
En la época de la Conquista (siglo XVI), fueron los españoles quienes trajeron por primera vez el vino a Chile. En la Colonia fue precisamente cuando comenzaron las primeras actividades de producción vitivinícola. Fueron los jesuitas quienes introdujeron en estas tierras las cepas originarias.
Durante el siglo XVII el notable aumento del cultivo y producción de vinos, comprado por el Cabildo de Santiago para fines religiosos, provocó que la corona española no mirara con buenos ojos esta competencia entre un reducto de su propio reino con la producción de vinos hispanos. A raíz de esto, se dictaron varios decretos prohibiendo la plantación de nuevos viñedos. Pese a ello, se continuó plantando viñas hasta que la orden fue levantada en 1678.
Las buenas condiciones climáticas permitieron que el cultivo se extendiera en la parte central del país. Pero pasaron tres siglos antes que se produjera un vuelco en la vitivinicultura chilena: en 1851 se introdujo las cepas francesas, y de esa forma inició la sustitución de las antiguas cepas españolas por las de Cabernet, Cot, Merlot, Pinot, Sauvignon, Semillón, Riesling y otras que constituyen la base de la producción de vinos nacionales.
En 1877 comenzaron a desarrollarse vías de comercio con Europa. La buena recepción de nuestros vinos fue ratificada en las exposiciones de Burdeos (1882), Liverpool (1885) y París (1889), en donde el aroma, gusto y color fueron especialmente destacados. En 1900, las viñas ya cubrían 40.000 hectáreas del territorio chileno. La superficie destinada a la vitivinicultura continuó incrementándose hasta 1938, cuando era de 108.000 hectáreas.
Entre 1982 y 1983 se alcanzó la producción más alta, coincidiendo con una importante reducción en el consumo local. Ambos elementos provocaron una crisis de proporciones, con caída de precios y reemplazo de cultivos. Fue justamente en esta época cuando el esquema de familias tradicionales propietarias de grandes viñas comenzó a ser reemplazado por el de grupos económicos o sociedades anónimas, incluso con participación internacional, lo que impulsó definitivamente la modernización del negocio.
En los años 90 los vinos chilenos consolidaron definitivamente su presencia en el mercado internacional, con excelentes resultados y un prestigio bien ganado. Las exportaciones a Europa, Estados Unidos y principalmente Asia, han crecido cada año reportando altos dividendos (1998 US$502,91 millones). Actualmente los vinos chilenos se exportan a más de 100 países en cinco continentes.