Atardece y los cantos de los lobos de mar anuncian la inminente venida del anochecer. En las oscuras arenas de la playa principal de Cobquecura la naturaleza se encuentra en un estado de práctica pureza, a pocos metros de distancia se encuentra el Santuario de la Naturaleza que protege, desde 1992, a los lobos de un pelo (Otaria Flavescens).
En los islotes más de 300 ejemplares del mamífero disfrutan en paz del violento oleaje que distingue al océano cobquecurano. Un mar que es parte de la impronta del lugar el cual tiene un evidente lazo con la vida campesina tradicional, la que ha sobrevivido a los avances tecnológicos y a la cercanía a grandes ciudades como Concepción o Chillán.
Cualidades de un Pueblo
Años atrás los lobos sobrevivían a duras penas de los predadores humanos que los apaleaban para quitarles su preciado pelaje. Fue la comunidad la que se organizó y solicitó el área protegida con que cuentan ahora los animales y que se ha transformado en icono de artesanías, murales e, incluso, el escudo de armas de la comuna.
Los inicios del lugar datan de 1575 en la concesión de tierras dadas al Cacique Piceros Carampangue por parte de la Real Audiencia de Concepción, sin embargo su catalogación oficial como Villa llegó recién tres siglos después, en 1878.
Los habitantes de Cobquecura se saben orgullosos de sus cualidades: calles limpias, mar sin contaminación y una cultura viva proveniente de la época colonial. Sin embargo es imposible obviar el centro del poblado, una de sus principales atracciones. Declarado, hace pocos meses, Zona Típica por parte del Gobierno sus casonas de fachada continua son muy particulares y se hacen merecedoras de la distinción.
La composición de las paredes es de piedra laja, caracterizadas por su delgadez y forma de plato, mientras que sus techumbres son de la clásica teja de arcilla. En todo el casco histórico, unas 20 cuadras en total, es posible distinguir la sencillez y continuidad arquitectónica de las casas. El reconocimiento como Zona Típica corresponde, también, a la gestión de sus pobladores.
Una forma de corroborar lo antes descrito es recorriendo sus calles, visitando la Iglesia (completamente de piedra) o la pequeña plaza que hace las veces de paradero de buses y que tiene una placa conmemorativa de uno de sus hijos ilustres, Mariano Latorre.
Otra manera es subiendo el cerro del Calvario, ubicado a un costado de la plaza, desde el cuál se obtiene una amplia panorámica del trazado urbano, de las tierras trabajadas por la mano campesina, de los cerros de curiosas formaciones, de los bosques de coníferas de las empresas madereras y de la costa con la lobería incluida.
Iglesia de Piedra
Desde la cumbre, al lado del Cristo crucificado, es visible una enorme roca en dirección norte. Es la llamada Iglesia de Piedra, distante a unos cinco kilómetros, con una forma de tortuga gigante y parte del Santuario de la Naturaleza antes mencionado.
Tal vez por eso, en voz mapuche, Cobquecura significa “Pan de Piedra” por la forma de esta enorme formación pétrea. Cubierta de vegetación por fuera y con una serie de túneles internos que desembocan en enormes bóvedas, el lugar fue utilizado como lugar de rituales prehispánicos, convirtiéndose posteriormente en una especie de templo católico. Por ello se encuentra una imagen de la virgen en su interior y una serie de placas agradeciendo sus favores.
Hay que extremar cuidado al recorrer sus pasillos interiores ya que dependiendo de la marea la excursión puede transformarse en la caída a un feroz remolino de olas que ha cobrado más de una víctima.
Cultura Campesina, Cultura de Mar
A pocos metros de la línea costera se extienden amplios campos arados de la manera que durante años ha sido heredada: a punta de una yunta de bueyes. Esforzados campesinos mantienen, cara al viento, viva parte de sus tradiciones.
Papas cobquecuranas es el principal fruto de la tierra, pero tiene competencia con las papayas, frutillas y chirimoyas que se cultivan gracias al benigno microclima que tiene la zona.
Símbolos como chupallas, espuelas, jinetes paseándose por las calles del pueblo o los bueyes con una carreta a cuestas, son parte del paisaje cotidiano los cuáles encuentran su punto más alto al celebrarse una serie de fiestas que convocan a toda la comunidad.
Festividades como la “Muerte del Chancho”, “El Pollo Cocido” o la “Cabalgata de la Amistad” son parte de la cartelera anual. En ellas se recuperan antiguos juegos provenientes del tiempo de la colonia, se baila al ritmo de la popular ranchera o de cuecas y se come o bebe a placer. Una maravilla que se complementa con la medialuna que delimita con el océano.
A pocos kilómetros al sur, la vida pescadora también tiene su espacio. En Rinconada se encuentra una pequeña caleta en donde la gente de mar vende pescados como el congrio o mariscos como el piure o choro maltón. Es interesante ver en las mañanas la salida de los botes arrastrados por las, indispensables, parejas de bueyes.
Peligro Latente
No obstante este paraíso tiene una nube que carga los pensamientos de los vecinos de Cobquecura de un negro similar al color de sus arenas.
Hace un tiempo la empresa maderera Celco anunció la salida de un ducto que llevará los desperdicios de una nueva planta maderera hasta el Pacífico. La salida del tubo irá cerca del límite sur de la comuna, a unos 30 kilómetros del pueblo, y a más de dos mil metros de distancia del litoral.
Debido a que en esta zona se inicia la corriente de Humboldt, que empuja las salobres corrientes hacia el norte en dirección a Cobquecura, la municipalidad y la comunidad se han movilizado para conocer a fondo las probabilidades de que toda su costa sea, potencialmente, contaminada.
De acontecer el plan maderero y de hacerse real los temores del pueblo, las posibilidades de subsistir de la vida silvestre, de la caleta de los pescadores y, por último, del potencial turístico se verían truncados por décadas.
Por ahora aún es tiempo de revalorizar este desconocido lugar. Cobquecura tiene un patrimonio cultural y natural de grandes dimensiones que merece una detenida visita. Campo y mar de un Chile profundo en vías de extinción.