A unos 80 kilómetros de Osorno, por el camino internacional que une a la sureña ciudad con la trasandina Bariloche, emerge un territorio de bosques profundos y lleno de altos volcanes protegidos por el Parque Nacional Puyehue. En medio de toda esta maravilla un conjunto de cabañas señala el sitio denominado Aguas Calientes, zona termal reconocida por años, pero que hoy ofrece una gran cantidad de alternativas en su oferta turística, conjugando las aguas termales con la conexión natural.
De Cuerdas en El Caulle
Ya es sabido que una de las máximas atracciones de Aguas Calientes es el Canopy y el sobrevuelo por las copas de los árboles vía un cable de acero. Ahora un arnés, una cuerda y varios metros de altura son los principales componentes de una de las novedades que esperan a los visitantes con el cada vez más conocido deporte del Rapel.
Técnica de montaña utilizada desde siempre por los andinistas, desde hace algunos años ha surgido con fuerza como una nueva forma de conocer y compartir los espacios naturales mezclándolos con la emoción de encontrarse colgando a una gran distancia de la tierra.
La zona del fundo El Caulle, distante a unos cuantos kilómetros de las termas, fue descubierta una larga pared. Veinticinco metros de origen basáltico son el desafío que los guías de Aguas Calientes ofrecen y del cuál ya han hecho una verdadero espectáculo.
Frente al enorme murallón de roca nuestros guías, José y Felipe, comienzan una pedagógica instrucción en tierra acerca de cómo descenderemos. Arneses puestos, en pocos minutos debemos aprender una sencilla regla: la mano derecha debe ir pegada siempre al costado de la cadera, pues de ella dependerá la rapidez de la bajada.
Es hora de subir. El estómago inevitablemente se contrae. La pendiente es fuerte y mezclada con grandes árboles. Una vez alcanzada la altura de donde debemos lanzarnos los guías, preocupados en todo momento de las medias de seguridad, nos tranquilizan mostrando que una de las características de los mosquetones que utilizamos es soportar varias toneladas. Un alivio.
Rápidamente se anudan las cuerdas y son lanzadas hacia el precipicio. La caída es una vertical perfecta que José desciende rápidamente. La vista desde las alturas, aunque nublado, es bellísima e inclusive ya llegan curiosas decenas de vacas espectadoras que ven la operación.
Los mosquetones son enganchados a la cuerda, mientras Felipe nos calma indicando que la labor de su “partner” abajo es asegurar que el visitante aunque suelte la cuerda no caiga. Y su trabajo no es menos importante ya que será una especie de consejero psicológico, ya que bajará a la misma altura de uno, corrigiendo errores, calmando miedos o mostrando la flora que se aloja en las paredes.
Al filo del precipicio no hay tiempo para el miedo. De espaldas desciende un pie tras el otro y en pocos segundos se encuentra uno en la espectacular posición de estar prácticamente sentado sobre la nada. Mucho nervio y luego el disfrute. Uno logra controlar totalmente el descenso, su velocidad y la visión desde las alturas.
Son breves minutos. Brevísimos. Pero no es para desesperar, una vez abajo volvemos a subir y ahora, por segunda vez, la sensación es mezclada con libertad, emoción y con ganas de subir por una adictiva tercera ocasión.
Descubriendo Rutas
Llueve y es el día en que intentaremos ascender al volcán La Taza, cercano al centro invernal Antillanca y que es uno de los destinos de las caminatas ofertadas para este verano. Partimos y el tiempo se ha estabilizado. Sin embargo, el destino nos tenía preparada una sorpresa: un pinchazo en la rueda de la camioneta nos detiene a medio camino.
Vuelve la lluvia. ¿Qué hacer? Estamos en plena ruta y el camión con ayuda demorará. José nos dice que si subimos el volcán con este clima hay posibilidades de nevazón y que la vista será nula. Mala onda.
Pero la inventiva de nuestros guías sumado a la magnitud escénica del parque Puyehue es suficiente para buscar alternativas.
No importándole a ninguno de los participantes mojarse emprendemos rumbo hacia el lago Espejo, un “maar” o antiguo cráter convertido en lago por aguas subterráneas y que estaba unos pocos kilómetros abajo. Desde el camino principal tomamos un desvío por una senda poco marcada: barro, matorrales y lluvia se hacen compañeros del trayecto.
Se trata de un antiguo camino de pescadores y luego de una hora de travesía encontramos un río angosto. La belleza del lugar es impresionante. Grandes árboles, canto de aves y el sonido del río invaden los sentidos.
Avanzamos acompañando el caudal y luego de unos cuatrocientos metros entre la espesura boscosa desembocamos, al igual que las aguas fluviales, al lago Espejo. Cercado de montes repletos de árboles, de juncos que salen del agua, de nubes muy bajas y de la permanente lluvia, observamos la belleza impresionante del lugar.
Un solitario cisne de cuello negro inmerso en el lago corona toda la visión.
Coincidimos que esto es lo que hace sentirse vivo al hombre: la exploración de su propio mundo. Volvemos, no separan un par de horas de caminata de las ropas secas y de la piscina termal de Aguas Calientes. Lugar que depara la última de las sorpresas.
Aguas Profundas
Es hora de relajar tanta caminata. La piscina techada de las termas nos espera con sus aguas de 37º Celsius y su increíble tranquilidad.
Mientras descansamos en este ambiente líquido, sorprende ver en medio de la pileta a una mujer arrullando a un hombre como a un pequeño niño, trasladándolo por la piscina, mientras él permanece con los ojos cerrados en una especie de trance.
Ella es Vilma Carrasco, una psicóloga argentina, cuyos ojos brillan como estrellas en la noche. Lo que hace es una terapia denomina Watsu-Jahara, una mezcla de vertientes orientales como el Shiatsu y técnicas occidentales de origen norteamericanas y brasileñas.
El contacto de ambas personas, terapeuta y paciente, es estrecho, íntimo. Acá el agua no es solamente el medio en el cual se realizan estas terapias, es el elemento terapéutico protagonista, que guía al terapeuta en sus movimientos, sostiene el cuerpo del paciente, y rige en todo momento el diálogo entre los dos. A través de la observación de la relación que se establece naturalmente entre el cuerpo y el agua, el trabajo del terapeuta es él de un facilitador que amplía y explora esta relación.
El agua infunde a este trabajo sus características: la fluidez, la armonía en los movimientos, el sostén que permite libertad en los movimientos dando al mismo tiempo seguridad, la expansión de la columna vertebral y de todas las articulaciones, la intensidad de la experiencia física y la profundidad de la vivencia emocional del paciente.
Vilma me invita a probarlo. Sin poder negarme, me entrego en sus manos. El resto es inexplicable. La flotación, la tibieza de la piscina, la fluidez inconexa o, más bien, con nuevas conexiones del pensamiento. La mente vuelve a un estado de menor rigidez, de mayor libertad.
La sesión dura aproximadamente media hora, pero no se siente el tiempo, uno pierde la dimensión temporal. Solamente uno se da cuenta que todo ha terminado cuando Vilma, con una maestría sobresaliente, lo posa a uno con el cuidado de un regalo muy preciado en las escaleras. Lo que se siente una vez terminada la sesión es indescriptible, pero en nuestra experiencia la felicidad lo embargó todo.
Una sensación de plenitud, de satisfacción física y espiritual mezclada con la visión, a través de las ventanas abiertas del establecimiento de la piscina, de la naturaleza plena. Demasiado para los sentidos, solo cabe sentirse afortunado de estar acá, en Aguas Calientes, mucho más que solamente termas, un abanico de actividades que dan en el clavo en la mente y el cuerpo, en el centro mismo del Parque Nacional Puyehue.
DATOS UTILES
· ¿Cómo Llegar?: El principal acceso es la Ruta 215 que une las ciudades de Osorno (Chile) y Bariloche (Argentina), la cual se encuentra asfaltada hasta la aduana chilena en Pajaritos. En el Km. 76 de la Ruta 215 se ubica variante U – 485 que se dirige al sector Aguas Calientes del Parque, distante 4 km. El camino se encuentra asfaltado en su totalidad, demorando una hora el recorrido desde Osorno. Locomoción Colectiva desde Osorno: Buses Puyehue, con varias salidas por día. Llegan directamente hasta Aguas Calientes.