Las magníficas montañas que esconden el valle de Río Hurtado, completamente verde y secreto, están comenzando a ser exploradas. Eclipsado por el Valle del Elqui y su archifamosas atracciones, recién en los últimos años la zona abre su potencial.
Gracias a una invitación de Turismo Lancuyén, pionera en la región en el descubrimiento de nuevos sitios turísticos, atravesamos la primera etapa terminada en la región del Sendero de Chile. Montados en bicicletas de montaña llevamos a cabo una aventura llena de adrenalina, sitios históricos y una impecable vista sobre el río que alimenta el valle y le da vida.
En el Sendero
Este es un plan que pretende unir, por la precordillera, la totalidad del país. Una tarea larga pero que ya está dando frutos como es posible observar en las cercanías de Samo Alto donde se ha finalizado la primera etapa correspondiente a la región de Coquimbo.
Viajamos en las cercanías de Río Hurtado. Los montes se cierran sobre la carretera que pasa del pavimento a la tierra seca, característica de la zona, hasta llegar al pequeño y hermoso poblado de Samo Alto, capital comunal del valle. En este punto finaliza el sendero al que nos enfrentaremos unos 25 kilómetros adelante y que comienza cercano al injustificadamente desconocido Monumento Nacional Pichasca, zona protegida llena de vestigios arqueológicos y paleontológicos.
A pocos kilómetros de la entrada al Monumento y pasando por el caserío de San Pedro de Pichasca, se inicia la senda en que las bicicletas harán su tarea.
El Sendero en la zona de Pichasca comprende una distancia de 17 kilómetros de mediana dificultad tanto para caminarlos como para pedalearlos. El sol, las abruptas cuestas y la sequedad ambiental son constantes, sin embargo el premio a la visita es un hermosísimo paisaje semidesértico en donde el verde vegetal que produce el río del valle es un contrataste magnífico.
Tomamos las bicicletas poco antes de San Pedro y una comprometedora cuesta nos da la bienvenida al poblado y al trayecto, junto con ello somos acompañados con la mirada inquisidora por una serie de vecinos.
Es el mediodía. Las siguientes dos horas serán emoción pura.
Ciclistas en la Montaña
Unos trescientos metros sobre la ruta principal que cruza el valle de Río Hurtado, se extiende el Sendero de Chile. Al llegar un notorio cartel indica las dimensiones del proyecto a nivel nacional y el actual trazado del camino que rodaremos. La posibilidad de poder cruzar el área en bicicleta es debido a que este vehículo es considerado como de bajo impacto eco ambiental (misma idea que debería usarse en los Parque Nacionales donde la “cleta” aún está vedada).
Inmediatamente una rápida bajada nos mete de lleno en la aventura. Se recomienda transitar a media velocidad, al menos en el comienzo, para facilitar la familiarización del terreno por parte del ciclista.
Inmediatamente llama la atención el poder de la perspectiva: los cerros, el valle, los cielos se conjugan en plenitud. Al frenar a mirar el espectáculo las cactáceas se evidencian en cantidades y mostrando sus filosos atributos si alguno cae de la cleta.
La ruta en este sentido, oriente-poniente, tiene un número mayor de descensos que de subidas, sin embargo éstos últimos son durísimos, obligándonos a bajar de la bicicleta y caminar.
Los descensos son cortos y veloces, con zonas completamente limpias de piedras y otras plegadas de ellas por lo que hay que extremar recursos para no despeñar si se va demasiado rápido. En el trayecto existen dos paradas que son, a su vez, bellos miradores hacia el valle.
Además hay zonas de interés, adecuadamente marcadas, como el corral cabrero de los trashumantes que desde hace generaciones mantienen la forma de pastorear o como la Quebrada La Cantera, cuyo lugar fue un antiguo asentamiento indígena.
Idas y venidas centenarias por una senda que recién se redescubre. Las bicicletas avanzan raudas y en medio del camino cruzamos pequeñas casas campesinas y otras que vieron un antiguo esplendor y que hoy son solamente ruinas.
Los últimos kilómetros se intensifica el verdor de los árboles, síntoma inequívoco del final del camino, acompañado todo de una bajada de poca pendiente pero de largo recorrido.
Dos pequeñas caídas, el corazón pulsando energía y un sentimiento de dicha, es el resultado de las dos horas de viaje. Una vez que llegamos a un costado del río Hurtado el Sendero ha finalizado, al menos en su primera etapa ya que en los próximos meses se debería comenzar a construir otros 20 kilómetros que se internarán hacia el sur.
¿Conclusiones? Dos: no hay mejor manera de viajar que en una bicicleta en la naturaleza, con la rapidez y el esfuerzo, con la velocidad. Segunda que la idea del Sendero de Chile es sencillamente espectacular, uniendo zonas sumamente atractivas y de alto legado histórico. Una conjunción poderosa en medio de un área que recién se abre al ojo viajero.