Si te dicen que Tromsø, a 350km al norte del Círculo Polar Ártico, ve el último rayo de sol el 21 de noviembre y no vuelve a salir hasta el 21 de enero, que está a la misma latitud que Siberia y Alaska, lo primero que viene a la cabeza es una ciudad fría y oscura.
Lo que no te imaginas es que esta ciudad del norte de Noruega está llena de vida, sus paseos rebosan gente de todas partes del mundo, estudiantes, turistas, trabajadores y pescadores. Su cultura, su vida intelectual y nocturna hacen que recibiera el sobrenombre de París del Norte. Además, Tromsø embriaga a la vista.
Localizada en una isla plana, entre islotes, fiordos y montañas nevadas; las islas deshabitadas, las cabañas solitarias, los refugios de pescadores y el mar metiéndose por todas partes, iluminado por el sol naranja del ártico es difícil resistirse a subir al Monte Storsteinen en teleférico y disfrutar de las hermosas vistas.
Tromsø sorprende con su oferta: El centro experimental sobre las regiones polares Polaria, el Polarmuseum, el Tromsø-Museum, sobre la historia y la cultura del pueblo Sami, y la Catedral del Ártico, con la vidriera de mayor superficie de Europa. Además, cuenta con la Universidad, la fábrica de cerveza y la catedral más al norte de Europa.
Sus oscuros inviernos no hacen decaer a sus habitantes. Cuando el sol se esconde en noviembre, es muy fácil contemplar la mágica Aurora Boreal bailando en el cielo permanentemente azulado; y el 21 de enero, el primer día del año en el que se ve el sol, los habitantes de Tromsø se levantan para celebrar el principio del final del crudo invierno. En verano el sol y la latitud brindan la posibilidad de ver el sol de medianoche, presente desde el 21 de mayo hasta el 21 de julio. Desaparece la oscuridad y las noches de Tromsø se llenan de jóvenes universitarios en busca de diversión.
Tromsø, una pequeña ciudad cosmopolita con casitas y cabañas de colores que florece con el sol como las exuberantes primaveras de las tierras árticas. Una parada obligatoria para los que nos gustan los extremos.