Un reto personal, un sueño de la infancia, un ¿y por qué no?…
Hacer la cima del Everest es un desafío que atrae a más de uno. El problema es que ahora cada vez lo intenta más gente. Tanta, que la montaña más alta del mundo está abarrotada. El Everest se ha convertido en un circo.
Cada vez hay más turistas haciendo cola para subir, han perdido el miedo, han perdido el respeto. Y no nos olvidemos de los “primeros”: el primero en subir por una cara y bajar por la otra, el primero en hacer la cima sin ayuda, el primero en subir al Everest a la pata coja… Subir a una montaña no es un juego de niños, ni algo que se pueda hacer con seguridad pagando más dinero. Es muy peligroso.
Al llegar a los 8.000m hay que atravesar la “zona muerta”, una zona donde la cantidad de oxigeno que hay en el aire no es suficiente para albergar ninguna forma de vida. Al verse incapaz de reponer oxígeno en las células, el cuerpo va cortando las funciones no esenciales provocando euforia, cansancio, alucinaciones, mareo, fatiga, edemas cerebrales y pulmonares, llegando a la muerte.
El tiempo en el que uno se puede quedar en la zona muerta es muy limitado. Si te caes en esta zona (una rotura, patinar, mareo…) y tardas más de 20 minutos en levantarte, los demás escaladores se verán obligados a dejarte allí mismo. Aunque lleven medicamentos y oxígeno, pocas veces se puede hacer algo.
Con la sobreexplotación comercial del Everest, con tanta gente que intenta llegar a la cima, la zona muerta se ha plagado de cadáveres. Cuerpos visibles que se han quedado en el punto exacto donde cayeron, con la misma postura. Se calcula que hay más de 200 cadáveres, 150 de los cuales nunca se han encontrado.
Los escaladores que suben, van sorteando los cuerpos, montan los campos a su lado y hasta los han bautizados con nombres, ya que se han convertido en puntos de referencia en la ascensión.
El primero de todos es “El saludador”, que lleva este apodo porque el cadáver quedó en la posición de saludar con los brazos.
Después se encuentran con “Green Boots”, botas verdes, llamado así por el vistoso color fosforito de sus zapatos. Green Boots está situado justo al lado de la cuerda de ascensión, por lo que los escaladores deben sortearlo, y hasta saltarlo. Antes de llegar a la cima, hay unos cuantos cuerpos más avisando del peligro que acecha a esas alturas.
En el año 2007 se inició una expedición “Tao del Everest” para empujar los cadáveres por la ladera y así devolver el “buen rollo” a la montaña; pero no se consiguió ya que no era muy lógico poner en peligro la vida de uno mismo para empujar un cadáver y esconder la verdadera realidad de la montaña.
Con todo esto, y aunque fuera un sueño más que imposible, ahora estoy segura que voy a viajar al Tíbet, pero no para intentar el Everest, ¿y a ti? ¿Te gustaría este desafío?