Hay mil razones para visitar un País como Jordania, yo os puedo contar la mía.
Fui a Jordania por primera vez hace tres años: quería irme a estudiar árabe para mejorar el idioma y Amman fue el lugar elegido. Me quedé un año y volví con el recuerdo de la gente maravillosa que conocí allí, con el sentimiento de haber llegado como una extraña y haber sido acogida con una gran sonrisa, con tantas sensaciones buenas que al cabo de once meses no pude resistir la tentación de regresar, ésta vez al sur del país, a la orilla del Mar Rojo, a Áqaba, donde viví seis meses más.
Jordania es un país de contrastes donde conviven modernidad y tradición, allí puedes encontrar desde los centros comerciales más grandes y modernos, a los típicos mercados de especias y verduras; desde las discotecas abiertas a todos, a cafeterías donde difícilmente encontrarás a una mujer y, sobre todo no te deja indiferente.
Jordania es mucho más que Amman, y la mejor manera de conocerla es hacerte con una buena guía y recorrer el país en trasporte público, como hice yo, o alquilando un coche (¡opción para los más valientes y expertos conductores!), porque a diferencia de lo que la gente cree, Jordania es un país muy seguro en todos los aspectos.
Es un país pequeño, pero está lleno de cosas por visitar: Umm Qais, donde se encuentran los restos de la antigua ciudad romano-helenística de Gadara, y desde donde puedes disfrutar de unas vistas increíbles de Siria y Palestina; Jerash, una de las ciudades romanas más importantes y bien conservada del Próximo Oriente; Madaba, conocida por sus preciosos mosaicos de época bizantina, en cuya iglesia de San Jorge se conserva un mosaico-mapa con la representación más antigua de la ciudad de Jerusalén.
El Mar Muerto, que este año cobra una especial importancia al tratarse de uno de los finalistas a convertirse en una de las 7 Nuevas Maravillas de la Naturaleza; el Río Jordán; el Monte Nebo -donde Moisés contempló la Tierra Prometida, y donde dicen que está enterrado-; el desierto de Wadi Rum, donde pasé la noche de Navidad más curiosa que jamás he tenido, en una jaima cenando pollo cocinado bajo tierra al estilo beduino, bebiendo te con menta y bailando con la música tradicional que nuestros anfitriones tocaban…
Áqaba, situada al sur de Jordania y su única salida al mar, es otro lugar de obligada visita. Es el lugar ideal para descansar del viaje y aprovechar para hacer esnórquel y ver el precioso arrecife de coral que se extiende por la costa del Mar Rojo.
Pero sin duda, la parte más increíble de Jordania es Petra, la ciudad rosa. La sensación que tuve cuando vi aparecer por primera El Tesoro tras las paredes rocosas es indescriptible. Todos hemos visto fotografías y vídeos y creemos saber qué nos espera, pero no, la realidad es muchísimo mejor. Petra es increíble, enorme, en cada rincón descubres una inscripción, una cueva llena de colores que cambia con la luz del sol. Sólo puedes pensar una y otra vez en cómo lo hicieron.
Podría estar horas hablando de Jordania, de lo que viví allí, de las cosas que puedes ver, pero lo mejor será que lo descubras por ti mismo dejándote seducir y disfrutando de cada momento.
Por si te animas a ir te dejo algunos consejos caseros:
1. Lleva chanclas que se sujeten bien al pie para bañarte en el Mar Muerto, hay muchas rocas de sal en la orilla que cortan… ¡¡y pica!!
2. Para ir a Petra hay que ir con calzado cómodo, una botella de agua y estar mentalizado para andar hasta terminar agotado.
3. Para ir al desierto, ponte pantalones y camisa de manga larga: cuando hace tanto calor, ir en manga corta no sirve de nada, y el sol quema menos.
4. Pasa una noche en un campamento beduino y duerme en una jaima. Amanecer en medio del desierto es una sensación que nunca olvidarás.
5. Si estás en Áqaba, no te vayas sin ir al restaurante Muhandis y pedir un bocadillo de falafel, son deliciosos. Pregunta a quien sea cómo llegar, ¡seguro que lo conocen!
¡No te lo pienses! Jordania te espera.