Appenzell es típicamente suizo. Es un pequeño pueblo de casitas de madera de colores, vistas a las montañas, aire puro, calles adoquinadas llenas de tiendas… y sin humeantes coches.
Situado al sur del Lago Constanza, Appenzell invita a comer queso con agujeros e iniciarse en el canto del Yodel.
En invierno, Appenzell es perfecto para huir del internacional ajetreo de las pistas de esquí de los Alpes. Con sus 200km de pistas de esquí de fondo, Appenzell hace las delicias de los amantes de la naturaleza y el silencio. El pico más alto de la región, el Säntis mide 2502m y tiene espectaculares vistas a ¡seis paises!
Quizá el principal reclamo de este pueblito es el hotel carvado en roca al que solo se puede acceder en teleférico. Esta era la antigua casa de un ermitaño que vivía aislado con sus cabras en el s. XIX, que se ha convertido en uno de los alojamientos más famosos de Suiza al estar, literalmente, dentro de la montaña. En las habitaciones el techo es roca tallada y en su preciosa terraza se puede disfrutar del sol de montaña y las vistas de los Alpes mientras se degusta la excelente cocina suiza.
La familia que lleva el hotel también fabrica deliciosos quesos, como el Rosti, y las salchichas Siedwurst, una especialidad local. En el restaurante todos los ingredientes son frescos gracias a la pequeña granja de conejos, cabras, ovejas y cerdos que cuida el benjamín de la familia.
Para hacerlo aún más bucólico cada año acuden al hotel, músicos de alforn, las famosas trompas suizas de sonido extraño, que aprovechan la acústica de la cueva y el eco de las montañas para deleitar a los huéspedes con su música.
Alforn, quesos, salchichas, Alpes y cabras, ¿puede haber algo más suizo? Si vas de viaje a Suiza y lo encuentras, ¡cuéntanoslo!