Casi todos los catalanes te dirán lo mismo. El pueblo más bonito de toda la Costa Brava es Cadaqués.
Así lo pensaba el magnífico Salvador Dalí, que fijó su residencia en la cala de Port Lligat. La gran personalidad de Dalí atrajo a este pequeño pueblo a personajes como García Lorca, Picasso o Walt Disney. Más de uno repitió. Y no nos extraña.
Llegar a Cadaqués no es fácil, pero bien merece el viaje y el mareo. Separado del resto de Catalunya por las montañas del Pení y el Parque Natural de Cap de Creus, Cadaqués ha vivido siempre cara al mar.
Su aislamiento natural no sólo le regaló un carácter y arquitectura únicos, sino que también lo salvó del desarrollo turístico masivo que sufrió el litoral en los años 70. A diferencia de la mayoría de pueblos costeros, Cadaqués supo mantener la virginidad urbanística del pueblo, sus playas y sus calas.
La carretera que nos lleva al pueblo ya es un aviso del carácter de Cadaqués: hay que tomársela con calma. Como si la propia geografía te aleccionase “ven si quieres, pero la prisa te la dejas fuera”.
La pequeña y dominante iglesia de Santa Maria y las casas blancas apilotonadas montaña arriba hacen difícil decidirse entre disfrutar de la cerveza en una terraza cara al mar, o cara al pueblo.
El áurea de Cadaqués invade a los amantes de la belleza. Cadaqués inspira. Inspira no solo a todos los artistas que mantienen sus talleres en las empinadas calles del casco antiguo – un paseo no apto para los débiles de gemelos; sino que llega hasta las mentes más estresadas. Hasta los bares más lugareños, como el Galeón o el Brown Sugar, segregan encanto y magia.
En verano Cadaqués rebosa vida, creatividad, diversión y romanticismo. Las playas se llenan de bañistas – algunos más “hippies” que otros – y hay bares y restaurantes por doquier.
Pero en invierno tiene una cosa única, muy preciada hoy en día. Algo que hace merecer una buena visita. Algo a lo que no estamos acostumbrados y que hemos perdido: el silencio. Las olas, los pájaros y la propia respiración es de lo único que puede desturbar nuestro sentido más castigado.
Ni siquiera las obras, que llevan más de un año atacando el paseo marítimo, consiguen romper la paz silenciosa de Cadaqués – tan sólo hay uno o dos obreros trabajando.
Si aún no lo conoces, ya es hora; y si ya has estado, no pasa nada por volver y pasar un fin de semana romántico en un hotel en Cadaqués.
¡Schhhht! Deja de preocuparte y disfruta.