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CONOCE EL PARQUE NACIONAL HUERQUEHUE

Agosto 24, 2016



El Parque Nacional Huerquehue se encuentra a 160 kilómetros de Temuco, la capital regional, en la provincia de Cautín y es uno de los centros veraniegos más concurridos de esta zona.

Este lugar de veraneo, emplazado entre el lago Villarrica y el volcán del mismo nombre, comienza tras un camino angosto y bastante vegetado, demarcado por un portón de madera. A pocos metros del acogedor refugio Tinquilco comienza la caminanata para internarse en este lugar. Con bastante agua y ropa adecuada los exploradores inician la excursión hacia la montaña.

PARQUE NACIONAL HUERQUEHUE

Huerquehue es un parque que está a los pies de la Cordillera de Los Andes. Una enorme extensión de árboles que se encuentran a cierta altura, forman un impresionante bosque que consta de las más variadas especies.

Antes de comenzar el sendero, el caminante puede observar hacia arriba la enorme cumbre que, imponente, se presenta ante sus ojos.

Resulta prácticamente utópico imaginarse en la cumbre de aquella mole verde, la cual aparece como un mágico desafío que el excursionista no puede dejar de emprender, sin saber que a medida que el trayecto comienza, pese al cansancio, al calor, al hambre o la sed, no es posible escapar al embrujo de este bosque encantado, y sólo se desea seguir subiendo.

El Sendero
El camino, que tiene unos 4 o 5 kilómetros de extensión y una inclinación de terreno que varía entre 25° y 45°, tiene como término tres lagunas vírgenes, que son un verde misterio de la naturaleza.

Lo primero que sorprende al visitante, al comenzar la aventura, es la altura de los coigües. El trayecto está atestado de ellos, los cuales, con sus decenas de metros y años, acompañan al visitante, entrelazándose, tapando con sus ramas los rayos del sol, y amparando al exhausto caminante entre sus gruesos troncos cubiertos de enredaderas, que sirven como puntos para descansar y apreciar el imponente bosque, el cual ha sido preservado en su estado original, así como las tribus mapuches lo poblaron hace cientos de años.

Luego de unos 45 minutos de caminar, surge la primera desviación del sendero principal, la cual lleva hacia el Salto Nido de Aguila. Desde una especie de balcón natural, es posible observar cómo el agua se desliza, en principio suavemente, para finalmente caer estrepitosamente en un pozón de esmeraldas aguas.

Retomando el camino principal, es posible encontrar diversas aves tales como pájaros carpinteros, chucaos y otros, además de especies como zorros, coipos, pumas, monitos del monte, guiñas, chingues y muchos más.

Unos metros más adelante, siempre rodeado de abundante vegetación, surge como un ventanal húmedo y verde, el primero de los miradores. Desde este lugar se aprecia el lago Tinquilco, cuya perfecta forma redondeada lo hace parecer un coloreado dibujo infantil. En días despejados, es posible apreciar, desde allí el imponente y furioso volcán Villarrica, con sus constantes destellos de humo.

Continuando la cansadora caminata, a aproximadamente una hora aparece el segundo de los miradores, desde el se puede apreciar un paisaje aún más completo y hermoso.

El camino continúa. Hay partes que están cubiertas con troncos y piedras, para evitar que el visitante resbale entre tantas subidas y barro, sobretodo en días de lluvia.

El segundo salto de agua aparece de pronto, esta vez el sendero está ya cubriéndose de araucarias milenarias, lo que hace más increíble y paradisíaco el panorama. Este es un buen lugar para tomar un descanso, ya que se encuentra en una pequeña planicie y es posible beber agua de la vertiente.

Las Lagunas
Después de dos o más horas de caminata, dependiendo de la capacidad del excursionista, aparece un valle que cobija al primero de los lagos: el Lago Chico. Este lleva su nombre por lo pequeño y perfecto que es. El río en que desagua es cruzado por un puente, desde el cual se puede observar las dos cascadas más hermosas que se encuentran en el trayecto.

Poco después, el camino toma un desvío. Hacia la derecha se llega al Lago Toro, y hacia la izquierda al Lago Verde. El primero se encuentra a pocos metros de la desviación, es bastante pequeño y está rodeado de rocas y araucarias. El segundo, es el más grande de los tres. Sus aguas son esmeraldas y absolutamente transparentes. Su indescriptible belleza y la infinita paz que inspira este lugar justifican las gotas de sudor, las inevitables caídas, o cualquier otro malestar ocurrido esta larga caminata.

El agua es bastante helada, los peces nadan juguetones entre los bañistas, quienes pueden tomar frecuentes descansos en los troncos de araucarias que hay por toda la laguna.

Saliendo de este bosque encantado el camino continúa hacia otros dos o tres lagos donde hay un refugio y la posibilidad de acampar.

Para descender, con bastante cuidado debido a la inclinación de la montaña, es recomendable llevar un palo para afirmarse entre el suelo resbaladizo. Debe hacerse con mucha precaución, ya que son frecuentes las caídas.

Una vez abajo, luego de casi seis horas de excursión, el visitante sentirá el orgullo de haber llegado a la punta de una montaña prácticamente inalcansable, la paz y la pureza de estos bosque milenarios, junto con la infinita alegría de ser testigo de un espectáculo natural como hay pocos en la actualidad.