Chile ha vivido distintas etapas económicas que han provocado el esplendor y caída de numerosas localidades que se fundaron alrededor de un único recurso natural. Hoy las edificaciones y ruinas abandonadas se han convertido en misteriosos pueblos fantasma que permanecen como testimonios mudos de lo que un día fueron lugares llenos de vida y esperanzas de prosperidad.
1. Humberstone y Santa Laura
Una de las localidades abandonadas más famosas del país, Monumento Nacional y Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 2005, se ubica a 47 kilómetros al este de Iquique. Estos dos asentamientos se construyeron durante el auge salitrero que arrancó a finales del siglo XIX. En su esplendor, cerca de 4.000 habitantes vivían en estas dos oficinas salitreras. La producción industrial de fertilizantes las llevó irremediablemente a una decadencia progresiva que culminó en 1960 cuando fueron abandonadas y sufrieron numerosos saqueos. Su teatro e iglesia construidas parcialmente con madera importada de Oregón son una buena prueba de la riqueza que allí se generó.
2. Sewell
Esta ciudad minera construida en 1904 por la empresa minera estadounidense Braden Copper Company fue declarada Patrimonio de la Humanidad en el año 2006 por su valor histórico. Ubicada en la comuna de Machalí, a 150 kilómetros al sur de Santiago, se impulsó su creación en la empinada ladera de un cerro durante la fiebre del cobre de principios de siglo. El esfuerzo de crear a 2.000 metros sobre el nivel del mar este asentamiento que albergó más de 10.000 personas se explica por la cercanía de El Teniente, la mina subterránea de cobre más grande del mundo.
3. Chuquicamata
Este es uno de los pueblos abandonados más jóvenes de Chile. En septiembre de 2007, tras 92 años de existencia, se clausuró definitivamente este campamento que se construyó cerca de la mina de cobre a cielo abierto más grande del mundo (800 hectáreas). Aunque la mina sigue en pleno rendimiento, esta localidad que llegó a albergar a 25.000 personas se consideró saturada de materiales tóxicos como anhídrido sulfúrico y arsénico. Además, la voluntad de Codelco de expandir aún más la zona de extracción en dirección al campamento provocó que se decidiera trasladar a los miles de habitantes de esta población hasta Calama, en donde se les construyeron casas para realojarlos. Anclado a 4.000 metros de altura, hoy la única actividad que se ve por sus calles es la de los turistas que se acercan a ver sus casas, plazas, hospitales e iglesias que permanecen cerradas para siempre.
4. Estancia San Gregorio
Esta estancia cercana a Punta Arenas es hoy un testimonio mudo del auge ganadero en la Región de Magallanes. Fundada en 1870 fue la primera de la Sociedad Explotadora de Tierra de Fuego y sus instalaciones son testimonio de la riqueza que generaron los rebaños de ovejas y la lana, cueros y carnes que se comercializaron desde este extremo del mundo. Aún hoy hay restos de estas mercaderías en los galpones abandonados. El propietario de estas tierras, José Menéndez, compró en 1892 el moderno barco de vapor “Amadeo” que aún hoy yace al lado de un océano que jamás volverá a surcar. Se dice que un fantasma de una antigua pobladora aparece en las fotografías tras los vidrios de las ventanas…
5. Chaitén
Aunque a día de hoy ya no es un pueblo fantasma lo fue durante años y por un motivo de fuerza mayor. Chaitén sufrió el pánico y la devastación provocada por la erupción del cercano volcán con el mismo nombre el 2 de mayo de 2008. Al día siguiente más de 4 millares de personas habían sido desalojadas entre los sismos, gases y ceniza que expulsó el cráter. Algunos de los habitantes se negaron a abandonar sus casas y se tuvo que interponer un recurso de protección para desalojar a la fuerza a los resistentes de 30 kilómetros a la redonda del volcán. El pueblo quedó sepultado bajo un manto de ceniza y las Autoridades lo consideraron zona catastrófica y recomendaron la no repoblación, es decir, el traslado permanente del pueblo. Aún así en 2013, casi la mitad de sus habitantes volvió para rehabitar este pueblo donde ya se han reestablecido los servicios de agua, luz y teléfono. Tras cinco años en silencio, el Chaitén resucitó.